Más de 25 años de una carrera profesional jalonada por los éxitos contemplan a Imanol Arias (Riaño, León, 1956), uno de los actores más excepcionales que ha dado el cine español en los últimos años. Pero también una persona divertida y parlanchina que disfruta de la conversación tranquila y sosegada bajo una sombrilla y con una cerveza fría en las manos.
—En los inicios de su carrera interpretó varios papeles de homosexuales y, con el tiempo, ha triunfado en papeles de policía. ¿El próximo paso es convertirse en uno de los componentes de Village People?
—Yo tengo una idea, que de momento es sólo un proyecto, de hacer una película con Pepe Sancho en la que interpretemos a dos policías homosexuales, los más duros de la brigada. La aparición de estos dos tipos en la película sería la siguiente: Gran Vía de Madrid, Banco Atlántico, un atraco como los de los 70, y estos dos tipos pegando tiros como descosidos. Y en un momento, uno de ellos, mientras carga, mira al otro con amor. A partir de ahí hacer una historia que no sé si será una película o una secuencia dentro de una película. Creo que sería un digno final para esta especie de peripecia vital que llevo como actor.
—Su evolución desde el actor joven y guapo hasta el actor maduro y solvente se ha producido de una manera muy discreta, en apariencia. ¿Cómo ha vivido usted ese tránsito?
—Creo que lo que hizo que yo destacara como actor joven fue el éxito. Siempre he estado acompañado del éxito, incluso en películas que no iba nadie a verlas. Y el éxito produce una sensación de duda, al principio, pero si las cosas te van bien, el propio éxito te hace evolucionar sin que te des cuenta.
—Lo digo porque mucha gente ha descubierto hace poco que Imanol Arias era uno de los protagonistas de Laberinto de pasiones, en aquel papel divertidísimo de hijo del Sha del Tirán…
—Sí, además, Laberinto de pasiones tiene una historia muy larga. Es una película que estuvo 11 años en cartel en Madrid, y durante ese tiempo los actores que participábamos en ella nos transformamos y se transformó la propia sociedad. Cuando se hizo tenía una propuesta enloquecida pero que, con el tiempo, ha acabado por convertirse en realidad. Nadie podía imaginar entonces que Madrid iba a ser lo que fue y, sin embargo, la película ya hablaba de que era la ciudad gay del mundo, adonde venían los estudiantes islámicos a buscar a los príncipes gays del mundo árabe. Esto, pasado por Bin Laden ahora, la hace una película que creo que habría que revisar.
—¿Cuáles son las vacaciones de un actor como usted?
—Tengo dos tipos de vacaciones. Una es la gastronómica, que junta el viaje, el paisaje, las gentes y lo que se come. Hago rutas como la del foie, la de la trufa, la de la pasta, la del cerdo, etcétera. Sólo voy a comer y a que me atiendan muy bien. Y luego hago también vacaciones de descanso, en las que fundamentalmente duermo. Yo tengo una gran necesidad de sueño y eso me ayuda a engordar un poco, pero también recupero lecturas que cuando ruedo no puedo atender.
—Aparte de excursiones gastronómicas, ¿también hace excursiones culturales?
—Eso menos. El artista tiene muchas exenciones en la vida. Pero hay una que no te puedes quitar nunca y es que la historia te acompaña y te ayuda. Es muy difícil ser artista y tener conocimientos suficientes como para serlo. Cuando eres joven te empeñas en saberlo todo, pero luego te das cuenta de que eso tiene que ver con los que estudian para saber. El conocimiento no tiene que ver con el arte, es una forma de expresar el arte. Esa búsqueda desesperada de conocimiento la dejé hace tiempo y me moriré prefiriendo leer novela histórica antes que conociendo la historia. Soy un gran lector de novela histórica.
—¿Va a la playa?
—Sí, me gusta mucho la playa.
—¿Es usted de los que miran a la chica de al lado cuando está tumbado en la arena?
—A la de al lado y a todas. Si me hubiera preguntado qué tipo de mujeres me gustan, le habría dicho que aquellas a las que yo les gusto. Hay un proverbio chino que dice que el hombre es capaz de separar el corazón del sexo y la mujer no. Yo, que me lo he creído, continuamente estoy separando mi sexo de mi corazón sabiendo que si ella me mira es que se ha enamorado. Soy un mirón.
—¿Es entonces un voyeur?
—Absoluto. Me encanta, por ejemplo, ver un tirante de color azul del sujetador en alguien que trabaja conmigo y preguntarle si la braguita también la lleva del mismo color.
—¿Ser famoso hoy en día es una putada?
—Ahora sí. Es una etiqueta de caducidad que tienes porque es un calificativo que engloba todo: ya no eres actor o director, sino simplemente famoso. El actor basa su trabajo en la observación, que tiene que estar acompañada de sigilo. Si durante un periodo de tu vida no puedes observar porque te sientes presionado por tu condición de famoso, es una putada, porque entonces vives en función del personaje público. De todas formas, entiendo que el trabajo que hacemos nosotros no es absolutamente necesario para que te tomen en serio.
—Creo que, si hace balance, ha sido un buen año para usted: el éxito de Cuéntame y su club de fútbol ha ganado la Liga.
—Sí. Yo he sido toda la vida del Athletic y por ello he visto mucho fútbol allá donde he ido. Pasé una temporada muy larga en Valencia y acabé teniendo un gran aprecio al club y a todo lo que le rodea, a hacer bromas sobre lo difícil que es entrenar al Valencia y a emocionarme con sus triunfos. El Valencia me ha influido mucho porque es un equipo que he hecho mío y, además, me gusta mucho ir a Mestalla porque creo que es el campo de España donde más mujeres van.
Pues vale :)
Muy bien
Pues muy bien me parece